domingo, 10 de enero de 2016

Montes del Pilar, una carrera que no olvidaré.

El día anterior hablaba precisamente de eso, de esguinces. 
¿El no tocar madera al decir que nunca había tenido uno ha sido la causa?¿tal vez el hecho de abusar tanto de un deporte ha hecho que la vida me dé una lección? 
No creo en esas cosas, pero lo cierto es que ha sido curioso.
Bueno, el día comienza a las 5 de la mañana, tras haber dormido 4 horas (de forma intencionada, y con una tarde anterior de felicidad absoluta, para qué negarlo). 
No tengo sueño alguno, así que perfecto. Desayuno y a coger el coche para Benejúzar, lugar al que llego a las 8 de la mañana. El ambiente es impresionante, y las ganas de correr hacen que mi corazón se desboque cada segundo más.
Van a ser 32 kilómetros de montaña preciosos, esa es mi sensación. Y así es. Comienza la carrera a las 9 de la mañana y todos los corredores estamos exultantes. Al principio, como me pasa siempre, tengo pequeñas molestias, pero a partir del kilómetro 10, en el que empieza a sonar "Rin-rin" de "El Kanka", voy realmente cómoda y con una sensación de libertad que me inunda el alma. 
Así hasta el kilómetro 22 aproximadamente, en el que  (como antes ya he advertido), observo que no me gusta eso de pasar corriendo zonas de barrancos en los que éstos se te quedan a la izquierda. No sé, será que controlo más con el pie derecho y me da menos cosa que haya un despeñadero en ese lado. Sí, debe ser por lo de ser diestra y esas cosas. 
Paso ese barranco y la cosa sigue de cine. Ahora toca adelantar a los senderistas y seguir hasta la meta, que ya queda poco.
Pero... oye, cosas del destino; se ve que mis conexiones neuronales no se hallan muy allá, y se me ocurre pegar un brinco por la montaña cuando veo a Pablo, un gran amigo y fotógrafo de los que son difíciles de encontrar. Y en ese momento, cuando siento que el pie se me dobla completamente, es cuando pienso en la conversación que tuve el día anterior, y en toda la repercusión que puede tener lo que acabo de hacer.
Pablo me toca el tobillo y me dice que no es del hueso, que seguramente sea muscular. Un compañero me da un ibuprofeno y me anima a continuar, ya que si me enfrío lo único que voy a conseguir es no poder moverme.
Le hago caso, y además... a 3 kilómetros de meta no me voy a retirar. Aunque tenga que ir arrastrándome como en los obstáculos de barro de la Spartan Race, así voy a llegar.
Y por suerte, consigo correr con el pie derecho, y apoyando la punta del izquierdo, pese a que el dolor me está comiendo. Demasiados minutos tardo en llegar, pero llego. Así me lo he propuesto.
Y bueno, la cosa no ha ido tan mal.
Pese a que podría haber obtenido un tiempo de 3 horas y poco, mi tiempo es de 3 horas y media. Pero no me quejo. Al menos, lo he conseguido.
Entro a la ambulancia y me dicen que, como mínimo, tengo un esguince de grado 2, y que vaya a urgencias a ver si me tienen que escayolar.
Pero antes de marcharme, me quedo a la entrega de premios, y pasan dos cosas maravillosas. En primer lugar, tengo la protección y el apoyo de muchísimos corredores... algo que realmente me emociona. Me llevan en brazos, me prestan bastones, me dan conversación y me animan ante lo que me está ocurriendo. Y ahí veo de nuevo el por qué adoro tanto las carreras populares; no sólo por su recorrido impresionante, sino por la gente que en ellas participa. Les agradezco en el alma todo lo que han hecho por mí hoy.
La segunda cosa, ya no tan maravillosa, pero sí emocionante, es que he quedado primera en la categoría "senior" pese a todo, y con una clasificación no tan mala en la general.
Y así es como parto a urgencias. Con la esperanza de que me digan que en una semana estoy perfecta. Pero obviamente, no es así.
De momento, como bien decían las de la ambulancia, el esguince de grado 2 no me lo quita nadie. Ahora hay que esperar que no sea grado 3, ya que entonces sí que estaría en una encrucijada.
Y así estoy. Ahora mismo escayolada. 
Yo, persona que no puede estar sentada más de dos horas porque le da un síncope.
Yo, persona que necesita correr todos los días del año.
Yo, que amo el deporte y todo lo que su práctica conlleva.

Pero bueno. Mi meta ahora mismo es que el esguince sea mínimo, y dentro de nada volver al ruedo.
Así que... descanso obligatorio que aprovecharé para estudiar y otros quehaceres. No hay otra.

De nuevo, gracias a todos los que hacéis que cosas así, se queden en simples anécdotas, como esta.

Nos leemos pronto. De momento, en unos quince días creo que no escribiré nada acerca de carreras.

Un saludo.


viernes, 1 de enero de 2016

San Silvestre Crevillentina (SSC2015)

Comienzo las andanzas por este blog y por el mundillo de las anécdotas post-carrera con un clásico en la historia de las San Silvestres; la de Crevillente; una de las más importantes y aclamadas a nivel nacional.

31 de diciembre. El día no empieza nada mal con las expectativas que tengo en la cabeza: estudiar por la mañana, preparar las cosas e irme en bici dos horas y media antes de la hora acordada de salida (debido a que desconocía cómo llegar al lugar en el que habíamos quedado, y por lo tanto, lo de perderme por el camino era un hecho, y no un supuesto).
Cojo la bici y, como siempre, ahí estoy, con la música a tope y la lista de reproducción  más variopinta y rara que os podéis imaginar. Hace nada más y nada menos que 18ºC, por lo que voy en manga corta, cantando feliz la canción que en ese momento suena a través de mi querido y amado MP3.
Llego a mi destino una hora y media antes (claro que sí, campeona, ahora te quedas sentadita mirando al cielo). Por suerte, la cosa no es así y soy acogida por Juanfra y Ana en su casa.
Bueno, pues eso, que ya es hora de marchar.
Las cuatro. Nos vamos todos. ¡¡A DAR LO MÁXIMO DE NOSOTROS!!
Llegamos a Crevillente y todo es una fiesta. No se puede pedir más. Ambiente deportivo y festivo por todos lados. Último día del año ¡y qué mejor que concluirlo corriendo y haciendo que el corazón alcance su máximo!
¿Locura? No, yo más bien lo denomino pasión. Pasión por esa sensación de dejarte el alma mientras corres y de concluir exhausto, pero con la más grande de las sonrisas.

Recogemos la bolsa del corredor, y cuál es mi sorpresa cuando dentro me encuentro (además de la camiseta, el chip y el dorsal)... ¡¡un felpudo!! Claro, Crevillente es "el lugar de las alfombras", pero... bueno, quizás esto ya es algo exagerado. Sin embargo, oye, ahora ocupa parte de mi entrada vistosamente.
                                        
Ya son las 17:25 y estamos en la cola para la salida. Y sí, digo cola, porque más de 2000 corredores por una carretera... acaba siendo un pelotón superior a 15 metros de largo (y creo que me quedo corta con esa cifra).
Suena la señal de salida, y comienza a sonar en mi (repito y siempre repetiré) querido y amado MP3 la canción de Wishmaster de Nightwish. ¿¿PUEDE ALGO MOTIVAR MÁS??
[Master!!! Apprentice!!! Heartborne, 7th seeker. Warrior!!! Disciple!!! In me, THE WISHMASTER].
¡¡VAAAAAAAAAAAAMOS!!
Y así empieza esta carrerita que, momentos antes, mi compañero Joaquín había denominado como "rompepiernas". Nombre completamente justificado, ya que eran continuas cuestas. Subías, subías, subías y bajabas un poquito para tomar aire. Y al final de la bajada, un llano y ¡anda! otra subida. ¿La diferencia con la montaña? ¡Oh! claro, que esta es una carrera de 10 Km por asfalto y hay que ir "a pijo sacao" como dicen en mi tierra.
Mitad de la carrera. Avituallamiento. Ya he olvidado lo que es simplemente beber agua en uno de éstos, y ni se me ocurre perder ni un sólo segundo tras sólo 5 Km (es decir, menos de 25 minutos) para beber.
Llevo una liebre siempre delante que me he fijado como objetivo. Y por otro lado, un pique con dos chicas de Jumilla. Suena en mi MP3 "Ave Cesaria" de Stromae, y me vengo arriba con el ritmo de esa obra maestra.
Queda menos para el final, 2 Km y veo a Ana, lo cual me da más energía todavía. 
Últimos metros. Una de las chicas jumillanas se ha quedado atrás, y voy picada con la restante. Suena "Gamine" de Zaz, y pese a que el ácido láctico me llega por las cejas (en ese momento alcanzo las 185 ppm), sonrío en esa recta final, en la que llego 1 segundo después que la chica de Jumilla, la cual casi se cae al suelo nada más terminar del mareo que le ha entrado.
Terminamos y nos vamos de vuelta para Murcia. Ahora a coger la bici y de nuevo 20 Km para regresar a casa. Nochevieja... una noche normal y corriente para una persona que no puede aguantar esos eventos sociales. Casita, ordenador y cama después de un día impresionante. 

Esa es mi crónica. 
Una carrera que merece la pena por el ambientazo que hay. Una carrera que es más jocosa aún gracias al hecho de ir con buenos amigos. Una carrera en la que di todo lo que pude, y el resultado no fue para nada malo.
A falta de los archivos multimedia y los datos oficiales, que ya pondré, sólo me queda decir que el año que viene ¡¡REPETIMOS!! Pero con algo más sano que con unas natillas de marca conocida.

¡¡Nos leemos!!